El mejor remedio: la información.
Por
Marlyth Santillán Fonseca.
Muchas veces podemos hallarnos en situaciones delicadas que
pareciera afectar un aspecto del orden social. Sin embargo, cuando se mira a
fondo, como debe ser visto todas las cosas, nos damos cuenta que realmente se
ven afectadas muchos aspectos.
Con el austero sol de la mañana decidí tomarme un espacio
para dar un paseo por lejanos sectores
de la provincia de Bagua que solía frecuentar durante mi niñez. Seguida por mi obsesivo hábito de llevar mi cámara digital a todos lados llegamos
al sector “La Primavera”. No es desconocido para nadie que allí se puede hacer
la mejor toma de la provincia cuando se está de visita o cuando se busca una
portada.
No está demás mencionar que el encontrarse con personas, que
movidos por la curiosidad, te hacen la conversación con el único motivo de
entablar una amistad, característica de las personas de mi tierra. A esto se
suma el reencuentro con aquellos amigos que se mudan a este lado de la ciudad
por un espacio donde vivir, su único objetivo.
Con más de cincuenta años y en compañía de su esposa un viejo amigo
de la familia, que no había visto en
cinco años, labra la tierra con tenacidad a fin de conseguir lo
suficiente para poder elaborar adobes, actividad a la que se ha dedicado por
años. Al platicar con ellos note un cúmulo de pedazos cuyo aspecto me resultaba conocido. Me atreví a preguntar de qué se trataba _ “Son
huacos” me dijo en su sorprendente
inocencia como el que busca que me maravillara de su descubrimiento. Más sorpresa fue la mía al darme cuenta que estaba en una situación complicada,
primero: se trataba de personas que no
tienen la mínima intención de hacer daño, segundo: la defensa de nuestros recursos
culturales es una de mi más grandes responsabilidades como comunicadora; y tercero: los medios
locales ni entidades se han tomado la molestia de mantener informado a una
población sobre la importancia de la conservación de los huacos y qué solución
viable y justa puede darse cuando ciudadanos descubren vestigios culturales sin
la intención de dañarlos ni poseerlos.
Siempre se ha mantenido la idea de que al descubrir un vestigio
cultural se debe temer ser denunciado por la entidad encargada y por lo tanto
es preferible conservarlo en casa. Esta idea no fue ajena a mis amigos, al
haber rescatado un huaco que conservaban a un costado del resto decidieron que
era mejor conservarlo por temor a una denuncia por perjuicios o temor a ser
desalojados del espacio que era su vivienda.
Mi preocupación aumenta cuando al observar la tierra cavada
descubro que tiene color ceniza y las posibilidades
de que debajo pueda existir otra área de investigación son muchas. Cavilé en
una solución inmediata y no se me ocurrió nada que no fuera publicarlo ya que
mi estancia en Bagua iba a ser corto.
Cuando se está en un conflicto es en vano buscar culpables,
se debe partir por buscar las causas para la oportuna corrección tomando en
cuenta soluciones que sean justas para todos.
Es por ello que concluyo que el mejor remedio de todos los
males es la información, aquella información que nos lleve al conocimiento de
las cosas importantes, aquella información oportuna, la que nos compete. El
Centro Arqueológico las Juntas ha sido pospuesto por falta de presupuesto, pero
eso no debió significar la postergación de informar a la población sobre el
valioso patrimonio que poseemos y las políticas que nos lleven a obrar con
responsabilidad y armonía respecto a ello. Políticas que nos integren, más no
que busquen culpables para sancionar.
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