Misterios, Misterios, Misterios.

                                                                           Por Marlyth Santillán F.

La madrugada de hoy me vino a la mente el tema de un artículo, tanto así que mentalmente  iba tejiendo el texto, le puse un stop pretendiendo no pensar demasiado para no correr el riesgo de no recordar nada por la mañana. El tema era “Deficiencia de una interpretación lógica por falta de lectura como consecuencia de la era tecnológica”.

Son ya las 12:17 pm  y hace más de una hora que converso con un grupo de Ateos que catalogan el bien y el mal como parte de la subjetividad social.

No hay nada más perturbador que una mala interpretación de algo, en este caso de la realidad. Yo creo en la existencia de la verdad pero que no nos ha sido dada de manera explícita, o simplemente se han omitido algunas partes, ¿con qué fin? no lo sé, pero que reveladas pueden resolver muchos misterios y evitar deducciones equivocadas.

Celebro cuando alguien se acerca demasiado a la verdad porque habrá entendimiento entre las personas, pero ¿qué pasaría si mi verdad sólo es subjetiva?

El ser humano al tomar una decisión o expresar una idea ésta tiende a aparecer cargada de emociones,  de recuerdos que han ido alterándose con el tiempo, pues uno casi nunca recuerda algo con detalles, a veces solo  recordamos lo que  nos causó gracia o cólera; a esto se suma la influencia estado de ánimo, lo que aprendimos durante nuestra vida y nuestros prejuicios.

Siento que hay algunos espacios que faltan rellenar, hay algunas verdades que no se han dicho y que serían el eslabón perfecto para completar esta  cadena. Tal vez se dice todo en la biblia y nosotros tan tercos en la duda  no abrimos los ojos.

Si me busco una explicación en la ciencia me encontraré en el medio, tal como empecé casi al inicio de éste fragmento de mi pensamiento. Porque la ciencia tiene pruebas de que Dios sí existe y pruebas que lo ponen a duda.

Si me lo planteo como ser humano  tendré como respuesta un sí a la existencia de Dios:

“Tenía 5 años,  juagaba en el jardín de una casa vieja que en ese tiempo fue mi hogar, mi madre hablaba con la abuela, realmente no era mi abuela consanguínea pero el ambiente era tan acogedor  que eso me hacía sentir que éramos parientes todos, los nueve. El sol austero de aquella tierra, Jahuanga, me hizo correr a la cocina en busca de agua para beber, no sé porqué me detuve en ese instante, justo en ese instante, en la puerta, lo único que sé es que alguien ya estaba allí en medio del salón apareciéndose poco a poco, es innegable reconocer ese atuendo blanco  y ese rostro que iba a descubrir pero que  mi mente ya había pensado interrumpir con la huida, no me atreví verle el rostro, tuve mucho miedo, llamé a mi madre y a la abuela pero no me creyeron, lo he recordado como si tuviera 5 años”. No sé si fue un Ángel o el mismo Jesucristo pero desde entonces no he dejado de creer en Dios, desde entonces no  hemos dejado de frecuentarnos, hablamos sobre nosotros, sobre mis dudas, sobre mis proyectos, sobre mis exámenes, hemos tenidos tantos temas de conversación que me cuesta negar su existencia y lo más importante necesito verlo para saber la verdad, esa que la ciencia le da tantas vueltas sin encontrar el verdadero porqué.